Entrevista a José Manuel Espiño - Docente y escritor

“Yo me considero un eterno senderista. Creo que he nacido caminando y nunca he dejado de caminar”.

Desde que presentó su primera novela, Los silencios de Punta de las Arenas, José Manuel Espiño mantiene un ritmo de trabajo vertiginoso. No para de conceder entrevistas a los medios, intercambiar impresiones con los lectores, contestar correos electrónicos, llevar ejemplares de su libro a las librerías, charlar con los amigos sobre su reciente entrada en el mundo literario, impartir talleres para jóvenes, programar nuevas presentaciones. Y todo esto, alternándolo con su labor docente en un instituto de enseñanza secundaria.

Diríase que después de tantos años escribiendo únicamente para un reducido círculo de amigos, sin decidirse a llevar sus novelas a la imprenta, por fin ha perdido el miedo a la primera publicación y ya no le importa enseñar, orgulloso, exultante, pletórico, sus textos al mundo. Confiesa que como se siente tan cómodo con esta nueva faceta de su vida, ya está planeando la publicación de su segunda novela.

-¿Cómo le surgió la idea de escribir una novela como esta, con un marcado acento ecológico?
-Porque quería mostrar a la gente la importancia del espacio que habita, que es el que les va a conducir a unos niveles importantes de felicidad. Yo creo que esa felicidad se consigue cuando contemplas una ola, escuchas el canto de un pájaro o caminas por la naturaleza con alguien que te transmite sosiego. Eso es lo que yo consigo a través del senderismo.


-¿Qué importancia tiene esa faceta de senderista en su vida?
-Yo me considero un eterno senderista. Creo que he nacido caminando y nunca he dejado de caminar. En ese caminar me he encontrado un mundo lleno de experiencias y vivencias. Dentro de ellas, me llaman la atención las personas que son capaces de mostrarnos que el ser humano también puede sobrevivir con una cultura del intercambio y sin la presencia sempiterna del dinero. Me interesan mucho esas personas que son capaces de interpretar el espacio natural o el tiempo climatológico: alguien que mira las nubes en el horizonte y dice “mañana va a llover”. O por ejemplo, un pescador que mide los tiempos de su vida por los tiempos del océano que son, a su vez, los tiempos de la tierra. Hemos perdido la armonía del ser humano con el medio en el que vive a causa de la globalización.


-¿Y cómo ha ocurrido eso?
-Nunca podemos olvidar que somos naturaleza. La vorágine del ser humano, que solamente consume y depreda, que no es consciente de la interpretación del medio en el que se encuentra, le lleva a no darse cuenta de que rompe el ciclo vital. Yo creo que ahí hemos perdido el norte con la naturaleza.
»Cuando nosotros destruimos un paisaje estamos destruyendo un espacio vital. Por eso, Punta de las Arenas es uno de los corazones húmedos de Artenara [municipio de la isla de Gran Canaria], un paisaje que tiene un equilibrio natural. En el momento en que allí se edifique una urbanización, ese equilibrio se romperá.

-¿Hasta qué punto Punta de las Arenas es un lugar mítico-literario en el libro?
-Además de ser uno de los paraísos naturales que quedan en la isla de Gran Canaria, afortunadamente defendido por un cordón litoral de riscos y acantilados, Punta de las Arenas representa el lugar literario que todos tenemos en nuestro interior. Es el sitio en el que nos damos cuenta de que la dimensión humana no puede verse mermada por las vicisitudes que tiene la vida a nivel afectivo, económico o social. Y eso lo va a descubrir uno de los personajes del libro. Cuando el ser humano es inteligente en el uso de la naturaleza, esta le va a devolver con creces lo que el ser humano le da.

“Punta de las Arenas representa el lugar literario que todos tenemos en nuestro interior”.

-¿Cómo se produce esa correspondencia entre ser humano y naturaleza?
-Por ejemplo, en la naturaleza no existe la propiedad, tan sólo la cesión. Cuando un pájaro abandona un nido, este espacio va a ser ocupado por otra ave. En la novela [señala la contraportada del libro] puede leerse la siguiente frase: “El valor de un hombre está en su palabra. Cuando la pierde, ¿qué queda de él?”. Yo creo que una de las cosas más importantes que hemos perdido, no sólo respecto a los otros seres humanos, sino respecto a la naturaleza, es el valor de nuestra palabra.
»Empezamos respetando un espacio, pero luego, el poder, el dinero, la ambición, hacen que ese espacio se convierta en otra cosa distinta de la que queríamos hacer con él. Sabemos que eso pasa constantemente. No digamos nada sobre las relaciones humanas, en las que los papeles han tenido que sustituir lo que hasta hace poco se solucionaba con un apretón de manos.

-Los silencios de Punta de las Arenas encierra un mensaje ecológico muy fuerte…
-En efecto. Otro mensaje que quería transmitir en la novela es que la naturaleza es un elemento vertebrador de una autocuración en la que no son necesarios médicos, ni psicólogos, ni psiquiatras, para encontrarnos con nosotros mismos.
»La novela comienza con un personaje que se encuentra en una crisis porque comprueba que aquellos valores en los que cree son masacrados constantemente en nuestra sociedad. Él es un escéptico porque comprueba que aquellos valores que le ayudan a crecer sin merecerlo, como la conservación del medio o la importancia de las personas, son sustituidos por el compadreo, las luchas de poder o la ambición. Él no quiere formar parte de esa sociedad hipócrita, pero hay algo que le va a tocar -el amor-, y que le va a conducir a una reflexión radical. A partir de ahí comienza la catarsis del personaje porque comprueba que todo lo que está haciendo no tiene ningún valor para sí mismo.

“Los espacios naturales hay que conocerlos para tomar conciencia de lo que nos queda”.

-Entonces, ¿ese personaje sería una especie de metáfora del ser humano actual?
-Exacto. A mí me parece que el gran error de muchas personas es que buscan fuera lo que tienen dentro. Se puede comprobar esto cuando hablas con canarios que te dicen haber ido de vacaciones a algún paraíso natural, ¡cuando el paraíso natural lo tienen aquí!

-¿Cómo podemos conseguir una relación más armónica con la naturaleza?
-Para empezar, yo no estoy de acuerdo con aquellos que opinan que deberíamos esconder los espacios naturales, que el conocimiento de los espacios protegidos puede implicar su propia destrucción. Los espacios naturales hay que conocerlos para tomar conciencia de lo que nos queda. Yo he trabajado como guía de senderismo durante muchos años y creo que debemos llevar allí a la gente que sabe abrirse a ellos de corazón. Si se enseña a la gente el valor de la naturaleza, esa misma gente luego no volverá para destruirla, sino para admirarla. Esto contribuye a una concienciación social muy importante. Cuando los espacios naturales se esconden no se pueden defender.

-¿Cómo resumiría el mensaje del libro?
-Los silencios de Punta de las Arenas pretende ser una voz crítica camuflada de historia de amor. Esa voz viene a decirnos que cuando nosotros destruimos el medio, lo hacemos no para los demás, sino para nosotros mismos: lo único que conseguimos es un empobrecimiento de nuestro registro vital, un empeoramiento de nuestra calidad de vida.

Comentarios

  1. Este es nuestro José Manuel, siempre alegre y optimista. Pendiente estoy de empezar a leer su libro.
    Y gracias a ti, Rubén, por tu trabajo: entrevistas, artículos, etc.

    Un abrazo.

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  2. Felicidades, tanto al entrevistador como al entrevistado. Ya he leido el libro de José Manuel y espero poder leer este verano "Llueve sobre mojado". El primero es la esencia de lo que se plasma en la entrevista, ameno, cautivador y lleno de sensaciones encontradas. Un lujo pertenecer al enorme grupo de amigos de José Manuel, cuya forma de ser queda reflejada fielmente en su obra, y un enorme placer poder compartir muchas tardes con él, echando unos vinos o navegando por la mar bravía.
    Recomiendo a todos la lectura para este verano. Les reconfortará.

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