Libros inacabados e inacabables (2ª parte)



«He meditado hoy, en una pausa del sentir, sobre la forma de prosa que utilizo. Realmente, ¿cómo escribo? Tuve, como otros muchos han tenido, la intención depravada de querer tener un sistema y una norma.»
Fernando Pessoa, Libro del desasosiego


Uno de esos libros más raros y emblemáticos es, sin duda, el Libro del desasosiego de Fernando Pessoa. Un libro que en realidad nunca existió como tal -bien porque no quiso, bien porque no pudo, o bien porque la muerte le llegó demasiado pronto-, sino apenas como un proyecto difuso en la imaginación de su autor.

Pessoa nunca publicó en vida ningún Libro del desasosiego, por lo que las diferentes versiones que los lectores tienen entre sus manos han sido compiladas posteriormente de múltiples maneras y con distintos criterios a partir de los miles de fragmentos encontrados en su famoso baúl. Por eso podría decirse que el Libro del desasosiego es un claro ejemplo de no-libro, de obra creada ex profeso por los compiladores o los antologistas.

Los lectores en castellano ya cuentan con varias alternativas que difieren en la traducción y en la ordenación de los fragmentos encontrados. Nada menos que cuatro versiones a día de hoy, y no es descartable que cada cierto tiempo aparezcan sucesivas variaciones del mismo texto, con modificaciones que convierten el “desasosiego” de Pessoa en algo siempre renovado y novedoso.

Debido a esta proliferación de versiones, da la sensación de que Pessoa nunca hubiese muerto, y que estuviese empeñado en volver a escribir constantemente el mismo texto, siempre idéntico y diferente a la vez, reinventándolo en un proceso circular de creación, una reinterpretación obsesiva de lo mismo, como si fuesen los borradores provisionales de una única obra inconclusa.

De forma un tanto increíble y extraña, uno obtiene delectaciones de lector ensimismado al comprobar cómo están relacionados los párrafos de estas versiones alternativas, lo que las asemeja y lo que las diferencia, que en algunos casos se trata de diferencias muy poco significativas, igual que las observables entre los miembros que pertenecen a un mismo árbol genealógico, y en otros casos son mucho más llamativas y curiosas.

El Libro del desasosiego tiene algo de posibilidad truncada, de fatalismo irremediable, de lo que pudo haber sido pero nunca llegó a ser. En algunas ocasiones, se encuentran manuscritos en un estado avanzado de gestación cuando a los autores que estaban trabajando en ellos les sorprende la muerte. Pero, en el caso del Libro del desasosiego, los lectores siempre soñarán con la concreción exacta que le hubiese dado Pessoa a ese texto, de haber tenido la oportunidad, las ganas o el tiempo para ultimarlo.

Puede que por eso, debido a ese carácter de incógnita irresoluble, a esa anarquía indómita y maleable de los materiales con los que ha sido confeccionado, como si fuese un monstruo de Frankenstein de palabras, es por lo que el Libro del desasosiego es un texto tan singular, un libro que no deja de editarse porque no deja de llegar a realizarse por completo.

Al entrar en el universo de Pessoa es frecuente experimentar que uno mismo llega a convertirse de alguna manera en uno de sus heterónimos: en un Alberto Caeiro, guardador de rebaños; o un Álvaro de Campos, poeta de la decadencia; o en un Antonio Mora, filósofo pagano. A estos heterónimos, podría añadirse otro que juegue a completar lo que Pessoa nunca pudo o no supo o no quiso terminar, y que regaló a la posteridad, para que alguien lo hiciera por él.

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