Nadie estará nunca a salvo



«La mayor perversión o negación posible de la justicia consiste en hacer recaer el peso de la demostración de inocencia sobre el acusado, no el peso de la demostración de culpabilidad del reo sobre su acusador.»
Javier Marías, «Cuando la acusación se hace condena»


En esta sociedad tan reglamentada, con esa tendencia insana a diseccionar todos los ámbitos de la existencia, a menudo con actitudes y manifestaciones tan fascistoides, parece haberse sustituido la noble y antigua “presunción de inocencia”, ya saben, aquel principio normativo que afirma que “todas las personas son inocentes hasta que se demuestre lo contrario”, por otro que, a falta de una denominación más apropiada, podríamos llamar la “presunción de culpabilidad”, una especie de reverso tenebroso de aquel principio, y que vendría a establecer algo así como que “todo el mundo ha hecho algo de lo que es culpable hasta que se demuestre lo contrario”, lo cual no puede dejar de interpretarse como un atentado a las libertades y a los derechos fundamentales que a la humanidad tanto le costó conseguir.

La consigna actual parece ser la de “acusa de algo a alguien, que algún reconocimiento o beneficio obtendrás, sin importar demasiado si esa acusación tiene o no alguna solidez, cierto fundamento, siquiera algún indicio o razón de ser”. Simplemente se da por hecho que nadie es de fiar, que siempre se tiene algo que esconder ante los demás, que basta excavar un poco en la cotidianidad de alguien para encontrar motivos de sospecha y aventurar un veredicto.

El principal problema de esta actitud tan perversa, además de fomentar un orden moral basado en la constante desconfianza, como de hecho sucede en las sociedades autocráticas más asfixiantes y despiadadas, aquellas que hacían de la delación una práctica habitual -las extintas RDA y URSS, o la actual Corea del Norte, por citar solo algunos ejemplos-, es que la sospecha es imposible de disipar por parte de quien la padece.

En un orden moral basado en los Derechos Humanos, la persona que acusa debe aportar pruebas que justifiquen su acusación, o de lo contrario esa persona incurre en un delito de falso testimonio y queda ante la opinión pública como un vulgar difamador o un burdo charlatán que acaba desautorizándose a sí mismo.

Sin embargo, en esta reciente tendencia a la acusación arbitraria, parece ser que no es el sujeto que acusa el responsable de presentar pruebas de su acusación, sino el sujeto acusado el que debe presentar pruebas de su inocencia porque se le presupone culpable, lo cual no solo es ridículo, sino además imposible la mayoría de las veces, por no decir casi siempre: no es nada fácil demostrar que uno no ha hecho algo.

Resulta descabellado pedirle pruebas a alguien de su inocencia, obligarle a que demuestre que no ha cometido un delito o una falta, algo que saben a la perfección todos los estudiantes de Derecho de primer curso y cualquier ciudadano con un mínimo de sentido común.

De ahí que uno de los principios inconmovibles en la aplicación de la justicia sea la tan mentada “presunción de inocencia”, algo que desgraciadamente han olvidado muchas personas empeñadas en fiscalizar las conductas de los demás.

Es una infamia que alguien sobre el que se ha vertido una sospecha esté obligado no ya a defenderse, sino a probar su inocencia. Cuando la mera acusación de una parte obtiene crédito sin aportar ningún tipo de pruebas, y además se exige que esas pruebas sean aportadas por la otra parte sobre la que se ha hecho la acusación, entonces sabemos que nos encontramos ante una sociedad inquisitorial que no protege la dignidad de sus ciudadanos.

Conviene tenerlo en cuenta en aras de fomentar un orden moral basado en la justicia. O de lo contrario, nadie estará nunca a salvo.

Comentarios

  1. Respuestas
    1. Es cierto que ya no colaboro en prensa, pero no creo que lo expuesto tenga nada que ver con esa circunstancia coyuntural: hablo de un tendencia generalizada, no exclusiva de los medios de comunicación. Desgraciadamente, se ve en todos los ámbitos. De lo que ya no estoy tan seguro es de si me hubiesen permitido publicar este artículo en el periódico. Me inclino a pensar que no. Saludos.

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  2. Don Rubén…
    ¿como puede comparar el sistema judicial español con un sistema de gobierno como el de Corea del Norte? País el cual no se preocupa en saber si eres culpable o no, ya que directamente te obligan a hacer trabajos forzados y si falleces antes de cumplimentar la pena, lo heredarán tus descendientes.
    En Corea del Norte, no hay cabida para las sospechas. Más bien, se acusa directamente a cualquiera que se tuerce.

    No creo que el problema sea solamente la justicia de nuestro país (que sé que la justicia en nuestro país tiene mucho que avanzar), sino también el periodismo sensacionalista. Parece que muchas veces hace que la gente se exalte cada vez más diciendo desde sinvergüenza a cualquier otra palabra descalificadora al sospechoso. Error de nuestra sociedad. Y un poco difícil de subsanarlo.

    ¿Le puedo recordar un caso? Año 2009 en Tenerife. El caso de la niña Aitana.
    Le recomiendo ese caso porque el acusado, fue objeto de burlas y acusaciones vagas, de sus propios vecinos a gritos por la calle. La acusación envió pruebas, pero tras comprobar esas pruebas y mediante una vista detallada de las mismas, se demostró que esas pruebas... no eran ciertas.

    ¿Ve descabellado pedir pruebas a alguien sobre su inocencia?. Mas descabellado sería que viniese alguien a acusarme sin fundamento alguno, solo para sacar beneficio económico.

    Y en cuanto a la frase final de: “cuando la mera acusación de una parte obtiene crédito sin aportar ningún tipo de pruebas”. Discrepo totalmente. Supongo que la gente que nunca ha tenido contacto con el campo de la justicia pensará así por la cantidad de injusticias (interpretadas por la moral de cada uno) que haya visto. Siempre hay que aportar pruebas en una acusación. Lo que no se dice es que esas pruebas pueden ser muy vagas o estar bastante fundamentadas. Bien es cierto de que hay veces que la gente que acusa por acusar y sin sentido (ya de por si es lenta la justicia y este tipo de sujetos lo empeoran aún más). Pero sin pruebas, nada prospera.

    Lamento haberle discrepado tanto en éste artículo, pero le puedo prometer que mi moral no está basada del todo en la justicia. Aunque el de la sociedad en general, sí lo esté. Que estamos en una sociedad donde se apunta con el dedo sin mas miramientos, sí. Que la justicia en este país tiene que cambiar mucho, también. Pero el periodismo morboso que atrae a un gran sector de la sociedad, hace que al final todo esto camine como un círculo vicioso... y sea más difícil evolucionar.

    Saludos.
    Faina.

    PD. Gracias por responder mi comentario en su último artículo. Ha sido todo un detalle.
    Yo he compartido la dirección de su blog en mi perfil de facebook por si alguien más se anima a leer sus artículos.

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    1. Hola Faina. Ahora caigo en la cuenta de que mi comentario al tuyo (me permito tutearte; por favor hazlo tú también) no lo incluí como respuesta. Supongo que no tiene demasiada importancia, pero en cualquier caso, que sepas que iba dirigido a tus impresiones sobre el artículo. Intento siempre responder o, al menos, dejar algún acuse de recibo, a los comentarios recibidos. Ya te mencioné que es muy interesante recibir las impresiones que causan tus textos en los lectores. No te disculpes por hacer cometarios largos. Es reconfortante saber que los textos que escribes son capaces de generar debates. Y tampoco te lo mencioné el otro día, pero muchas gracias por incluir la dirección del blog en tu muro de Facebook. Espero que me sigas leyendo y sigas comentando al hilo de los artículos. Saludos.

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  3. Seguramente fue fallo mío y no me expresé como debí haberlo hecho porque, si te fijas, no hay tanta diferencia entre tu comentario y mi artículo, pues yo también hago hincapié en las ACUSACIONES SIN PRUEBAS, no las demás, y para nada comparo nuestro sistema judicial con el de Corea del Norte, que utilicé como un ejemplo extremo de lo que podría llegar a pasar de extenderse esta tendencia.
    Pero es positivo discrepar: permite revisar las propias creencias, y uno no siempre tiene por qué tener la razón.
    Un saludo.

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