«Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo.
A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos,
de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de
instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir,
descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara.»
Jorge Luis Borges, El hacedor.
Borges insiste
en la idea de que cuando publica algo no lo hace porque esté completamente
satisfecho de su trabajo, sino únicamente porque consigue “resignarse” a su
imperfección.
Hereda de su
padre esa actitud de cautela a la hora de publicar, quien le había aconsejado
desde joven que leyese mucho, escribiese también mucho y publicase poco; y esto
último solo cuando estuviese realmente convencido de ello. De esta manera, su
padre infunde en el joven Borges un sentido inapelable de prudencia que conservará
el resto de su vida el futuro escritor.
Borges nunca
tuvo una formación académica sólida. Se define a sí mismo como un lector
empedernido y un escritor autodidacta. Señala que todo escritor debe empezar
plagiando a sus maestros, pues la imitación es la base del aprendizaje: no hay
que desdeñarla, sino considerarla una parte esencial del proceso formativo.
Por eso le
irritan tanto los métodos clásicos de enseñanza en la escuela. En su opinión,
todo lo que se aprende fuera de la felicidad individual está condenado al
olvido. Un ejemplo de esta vocación autodidacta la encontramos en su
predilección por los idiomas: Borges cuenta que cuando tenía dieciocho años
aprendió por sí mismo alemán para poder leer El mundo como voluntad y representación, de Schopenhauer, porque no
le convencía (!) la traducción inglesa del libro.
En algunas
ocasiones, Borges suele desvelar algunas pistas de los pasos que sigue en su
proceso creativo. En primer lugar, le son revelados el principio y el fin de la
historia. Se podría decir que esta es la parte que más tiene que ver con la
inspiración, cercana al talento creativo y al genio. A partir de este momento,
se dedica a construir una trama y unos personajes que se integren en esos dos
momentos de la historia. Esta es la parte que más tiene que ver con su trabajo
de artesano.
Con los poemas
ocurre algo parecido: le son reveladas una o dos líneas y, a partir de ahí, les
da forma, intenta averiguar por qué han venido a parar a su cabeza, qué es lo
que le quieren decir.
A riesgo de
simplificar demasiado, se podría decir que el tema principal de su obra es el
enigma que representa el tiempo para el ser humano, porque el tiempo es
permanencia y fugacidad a la vez. Se funde en nosotros lo que somos en el
presente con la herencia de lo que hemos sido en el pasado, porque nunca
dejamos de ser parte de lo que hemos sido: somos algo que se consuma, pero
también algo que permanece más allá de la diferencia y el cambio.
Borges afirma
haber heredado este tema de la filosofía griega, especialmente de la escuela
eleática, interesada en explicar los enigmas que encierra el tiempo. Podemos
encontrar un buen ejemplo de esta preocupación en las famosas paradojas de
Zenón, que muchos años más tarde Borges utilizará como uno de los motivos más
recurrentes de sus ensayos, poemas y relatos más conocidos.
Para seguir profundizando:
Borges, por Ricardo Piglia (Clase 3):
Borges, por Ricardo Piglia (Clase 4):
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